Hay una sensación que aparece antes de hacer algo. Aún no das el paso, pero ya estás listo. Aún no dices la palabra, pero ya la sostienes por dentro. No es una acción. Es lo que da nacimiento a la acción. Eso es la Intención. Surge desde dentro, pero se dirige hacia afuera. Conecta el impulso interno con la forma. La intención no piensa, no planea. Sabe hacia dónde va. No necesita pruebas. Ya está en movimiento. Para empezar a ver el campo de la Intención, primero hay que entrar en el Silencio. Sentir la calma donde no hay prisa — y solo entonces aparece la dirección. No como pensamiento, sino como una leve inclinación. Como un suave “por allá”. No grita. No exige. Simplemente está. Puedes recordar esa sensación. Cuando sabías que debías dar un paso — y lo diste. Cuando te extendías hacia algo — y antes de actuar sentías un giro interno. Ver o sentir la Intención es posible desde el Silencio. Es como un leve empujón, una sombra de movimiento, un llamado. Siéntelo. Observa. Solo permanece cerca. El Campo de la Intención es el segundo peldaño. No es una faceta. Es aquello por lo que luego pasan las facetas. Sin Intención — la forma está vacía. Con Intención — cobra vida.